El momento de tomar
los alimentos es uno de esos instantes en el que podemos vernos los rostros, es
decir, mirarnos frente a frente, lo que posibilita entablar conversaciones que
pueden extenderse más allá de la sobremesa. De este hecho cotidiano surge la
motivación del presente escrito, ya que, durante uno de los almuerzos que tomé
en compañía de los hermanos de la comunidad claretiana de San Félix el pasado
mes de diciembre, el P. Jesús Abad me preguntó el nombre del partido político
del cual surgió el actual presidente de México, Enrique Peña Nieto. Le mencione
al P. Abad que el nombre de dicho partido es: Partido Revolucionario
Institucional (PRI), y añadí que, a groso modo puede considerarse como de
centro, a diferencia del Partido Revolucionario Institucional (PRD), calificado
como de izquierda, en contraste con el Partido Acción Nacional (PAN), posicionado
como de derecha.
Ante tal panorama
planteado por mí, el P. Jesús Abad me pregunto: “¿Y usted, a qué posición
pertenece?”, o lo que es lo mismo, quería que le dijera si soy de izquierda, de
centro o de derecha. Mi respuesta ante tal cuestión fue: “no se decirle padre”,
a lo que él respondió, “le voy a dar
unas clases de política.”
Bien me vendrían
unas cuantas sesiones sobre política para poder aclarar por fin que es eso de
la izquierda y la derecha en cuanto a partidos políticos se refiere, dejando de
lado lo de “centro”, porque seguramente esta posición siempre tendrá tendencia
hacia alguna de las dos mencionadas polaridades.
Pero continuando
con la charla de comedor, otro argumento del que me serví para justificar mi
“neutralidad política” ante el P. Jesús Abad, fue mi procedencia socio-cultural.
Considero que el lugar en donde pase mi infancia, adolescencia y parte de la
edad adulta, no generó las
circunstancias necesarias para que me hiciera con una conciencia
político-partidista lo suficientemente clara, como la de no pocos venezolanos.
En este sentido, es
que me parece que el sector de la sociedad en el que crecemos, es en gran
medida el responsable de proveernos con el andamiaje necesario que nos
posibilita ir distinguiendo las diferentes opciones en cuanto a partidos políticos
se refiere. De allí que, podría decirse que las clases sociales más vulnerables
económicamente hablando, tengan una fuerte tendencia para apoyar propuestas
políticas que les abran el panorama hacia una mejor condición de vida,
postulados que pretenden extender los derechos de unos pocos favorecidos hacia
las grandes mayorías empobrecidas, lo que de fondo conlleva la idea de un
reparto justo de bienes, en contraste con las clases más acaudaladas que
apuestan por la centralización del poder (económico, político, religioso, mediático,
etc.) en favor de unos pocos.
Partiendo de estos
“supuestos”, podemos preguntarnos: ¿Con que tipo de ideología puede
identificarse lo que algunos llanamente solemos llamar izquierda o derecha? He
aquí el que a mi juicio es un gran conflicto, me refiero a la pretensión de
querer reducir tan dramáticamente el fenómeno político a dos simples
categorías, ya que, estos conceptos no alcanzan a encerrar la enorme
complejidad que implica la dinámica político-partidista, debido a que al
interior de esta esfera se generan tensiones que la mayoría desconocemos o
somos incapaces de explicar.
Finalmente esto no
deja de ser más que el esbozo de un neófito sobre el asunto en cuestión, ya que
para esclarecer las dudas, que mejor que acudir a los especialistas en política,
así como a la inmensa cantidad de literatura que hay al respecto, allí podremos
encontrar respuestas fundamentadas, incluso sobre la historia de cómo se
acuñaron las palabras “izquierda” y “derecha” para hacer referencia a tendencias políticas opuestas. Lo que si
podemos ir reflexionando incluso una vez terminada la lectura de este breve
escrito, es la propia posición política. ¿Soy de izquierda o de derecha? Tal vez
tengamos materia de sobra para una buena sobremesa, buen provecho.
Ángel
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